El editorial de un matutino local dijo que esta tragedia ocurrida en el teleférico, la semana pasada, ha generado molestar en la población, por la forma en que la empresa estatal y la Policía han manejado la crisis. La primera tratando de ocultar información durante cinco días y la segunda intentando montar un caso de suicido para liberar de responsabilidades a la primera. En ese sentido, la actuación de ambas instituciones ha estado fuera de cualquier parámetro ético, al punto de encubrir una penosa tragedia.
Recordó que en un primer comunicado Mi Teleférico “lamentó” la muerte de una persona que estaba circulando por el área restringida de la estación. No dio detalles de las circunstancias del hecho, tampoco informó por dónde ingresó esa persona, menos tuvo la delicada de ofrecer alguna disculpa por la actuación de sus funcionarios.
Todo eso, pese a que la muerte ocurrió a primera hora de la tarde del miércoles de la semana pasada, en tanto que el comunicado fue difundido sólo en la noche, lo que indica que hubo suficiente tiempo para revisar cámaras y esclarecer responsablemente el suceso.
Peor aún, al día siguiente, es decir el jueves (12 de abril), la Policía difundió la hipótesis del suicidio, basada en que en la autopsia se descubrió que el médico tenía una enfermedad renal.
El pasado lunes, cinco días después del hecho, el gerente de la estatal del teleférico, César Dockweiler, llamó a una conferencia de prensa para explicar que la muerte se produjo por dos motivos: la puerta abierta que había quedado en evidencia en ciertos trabajos periodísticos y la distracción atribuida calumniosamente al médico.
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