La ciudad de La Paz desde las alturas es como una caja de pandora. A través de un viaje llevadero por los cielos de esta urbe, desde una de las cabinas de la línea Roja de Mi Teleférico, queda a la vista de los pasajeros impredecibles e impresionantes paisajes custodiados por la imponente presencia del Illimani.
A lo lejos, casas de ladrillo que se acomodan simétricamente sobre grandes colinas; por debajo, casas con calaminas o terrazas donde los vecinos, como parte de su cotidiano vivir, se la pasan lavando ropa en grandes y coloridos bañadores, o dejan colgada la ropa bajo el sol invernal.
Algunos de estos techos metálicos, desde hace un par de semanas, se convirtieron en lienzos para publicitar productos y servicios, atrayendo la atención de cientos de usuarios que realizan diariamente el recorrido hasta la ciudad de El Alto.
El Cementerio General tampoco pasa desapercibido. Durante el día se puede apreciar la simetría de los pasillos donde residen miles de nichos y la ornamentación con árboles jamás descuidados.
En la noche, en cambio, este campo santo se convierte en una enorme mancha negra rodeada por una "laguna de luciérnagas”, producto de las luces que iluminan las calles y las casas de la zona.
Otro de los atractivos de este recorrido es un vehículo azul que en 2001 quedó atascado en una grieta del cerro y jamás pudo ser rescatado.
Los 20 minutos de viaje, de ida y vuelta, entre las estaciones Taypi Uta y Jach’a Qhathu, son suficientes para apreciar facetas de La Paz nunca antes vistas. Es un trayecto que, según los pasajeros, nunca deja de sorprender.
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